El Árbol del Dinero

Hace mucho tiempo, en un bosque lejano, había un bellísimo árbol que se destacaba por el particular brillo de sus hojas. En época primaveral se llenaba de perfumadas y delicadas florecitas blancas que dejaban caer sus semillas en la fértil tierra que lo rodeaba; pero aquel año, una fugaz ráfaga de viento desplazó a la primera de ellas hacia una aldea lejana.

Pasaron algunos días y la semillita comenzó a sumergir sus raíces dispuesta a crecer y desarrollarse, pues intuía que tenía un gran propósito que cumplir y quería descubrirlo. Puso tanto, tanto empeño que al cabo de unos cuantos días había logrado extender un frágil tronco del que asomaban algunas pálidas ramitas;

“Hey! Miren, ya soy un arbolito, cada vez me falta menos” dijo a sus vecinos; pero nadie respondió… fue entonces cuando lo invadió una profunda tristeza pues vio que ninguna de las otras plantas eran de su misma especie. Dándose valor, se dijo “Bueno, mejor! Prefiero estar solo así nadie me distrae de mi objetivo”.

A la semana siguiente ya tenía varias hojitas y cuando estaba a punto de felicitarse, un sapito saltarín pasó a su lado diciendo: “Uy! Eres igual a las plantas que están al otro lado del río”.

Para el arbolito fue un shock tan grande que sintió que se le helaba la savia, jamás imaginó que podía experimentar un dolor tan profundo…, luego de algunos instantes, llegó a una conclusión: “claro, ya entendí, mi familia me abandonó porque no soy valioso; seguro tengo hermanos mejores que yo, que reciben nutrientes, amor y motivación; a nadie le importo; qué sentido tiene perseguir una meta que jamás alcanzaré si no valgo nada…?”

El arbolito abandonó su propósito sin siquiera haberlo descubierto, el profundo dolor que lo invadía agrió su savia y contrajo sus raíces provocando que sus tiernas hojas, sus ramas y su tronquito se secaran. Apenas le quedaban fuerzas cuando apareció una hermosa ninfa que comenzó a juntar sus hojas caídas y mirando al arbolito, le dijo: “Qué sucede contigo? Toda la aldea te admira, te ama y te está esperando porque tu oro los salvará”

El arbolito sorprendido le respondió: “De qué oro hablas? Yo no valgo nada, ya me abandonaron una vez y no voy a pasar de nuevo por eso”. La ninfa sonrió y sentándose a su lado le preguntó: “Crees que te abandonaron? Que no eres valioso? Pero por qué te castigas de esa manera? … No sabes quién eres, verdad? No tienes amigos porque ellos creen que los consideras inferiores; tu familia no te abandonó, la primer semilla era la que llevaba el propósito de generar el oro más puro, fue una Bendición que el viento te trajera… Mira tu hojas; se transforman en oro! Pero si tú mueres, la aldea también morirá. Escucha a tu corazón y entonces sabrás qué hacer”.

A medida que la ninfa se alejaba, su débil corazón le susurró: “Desde que eras una semillita sabías que tenías un gran propósito, recuerdas? La ninfa te lo ha revelado y llegó el momento de cumplirlo pero eso sólo depende de la decisión que tomes…”

El arbolito se resistía a creer que fuera tan importante pero superando todos sus temores decidió confiar en sí mismo; sus raíces se hicieron gruesas y profundas; se imaginaba alcanzando su esplendor y comenzó a sentir una alegría tan desbordante que su tronco se alzó con certeza y confianza; sus ramas se extendieron con firmeza y determinación cubriéndose de hojas hasta que finalmente, se pobló de perfumadas y delicadas flores blancas iluminando todo el lugar.

Sus vecinos lo admiraban a la vez que lo envidiaban pero el amor que emanaba de su ser les hizo comprender que todos eran importantes pues cada uno tenía un propósito diferente. Ninfas, gnomos y duendes iban todos los días a jugar con él, les fascinaba hacerle cosquillas en las ramas; deslizarse a través de ellas cual toboganes mágicos y solían llevarse flores para perfumar sus hogares.

Caía un atardecer cuando escuchó las palabras de su primer amiga: “Gracias!!! Has devuelto la alegría y la riqueza a la aldea, eres el árbol del dinero más valioso que hayamos conocido, tu alegría y tu amor hacen la gran diferencia con cualquier otro de tu especie… por cierto, tus padres están orgullosos de tí”

Y en ese instante la voz de su corazón se hizo presente otra vez susurrándole: “Todos te aman, eres importante y valioso y siempre lo has sido sólo tenías que superar tus miedos y confiar en tí mismo… es un honor ser parte de tí… Te Amo!”

Silvina Carnevale

el arbol del dinero