Hace mucho tiempo atrás, en una aldea lejana vivía una niñita con su perro y un gatito.
A ella le encantaba la naturaleza por lo que un día decidió hacer un jardín frente a la puerta de su hogar para poder siempre regalarle flores frescas a su mamá.
Muy entusiasmada comenzó su trabajo de jardinería plantando semillitas con mucha atención y cuidado pero sin que la niña se diera cuenta, una de ellas cayó de sus manos quedando en la superficie.
Esta semillita estaba muy triste y enojada; pensaba para sus adentros:
“por qué a las otras las cuida y a mí no?”
Entonces con un gran esfuerzo, se acomodó como pudo y logró comenzar a crecer.
Despacito, despacito fue extendiendo sus raíces para afianzarse, luego alzó su tallo y finalmente sus pequeñas ramas, estaba orgullosa con su logro pero al alcanzar cierta altura percibió a su alrededor que todas las demás plantas ya estaban llenas de coloridas flores. Nuevamente la invadió el enojo y la tristeza preguntándose:
“por qué todas mis vecinas florecieron y yo aún no tengo un sólo pimpollo con todo el esfuerzo que hago?”
En ese momento pasaba por ahí un colibrí y atento a las circunstancias, se acercó y le dijo
“Para qué te esfuerzas tanto jazmincito? no ves que tus vecinas son mejores que tú?”.
Luego de oír estas palabras, el jazmín no se resignó a creer lo que el colibrí había dicho; una vez más tomó coraje y siguió desarrollándose hasta que finalmente lo logró!.
“Muy Bien –se dijo a sí misma- ahora sí la niña regalará mis flores a su mamá, yo sabía que podía, estoy tan feliz!”.
Pero los días pasaban y pasaban y pasaban… y mientras la niña cantaba, seguía recogiendo ramos de todas las otras plantas menos del jazmín que luchaba por mantenerse erguido queriendo llamar su atención pero no lo conseguía. Triste y frustrado comenzó a darse por vencido sin encontrar sentido a tanto trabajo para ser tenido en cuenta; dejó caer sus hojas amarillentas, sus ramas se desviaron y el tronco comenzó a doblarse…
Una tarde, cuando la niña se disponía a cortar algunas flores, observó que algo no andaba bien con esa planta, se acercó y le dijo:
“Mi querido Jazmín, qué te sucede? Por qué estás tan triste? Ahhh, deseo con todo mi corazón que vuelvas a estar como antes, disfrutaba tanto ver cómo crecías feliz que jamás corté una de tus flores porque eres la planta más
maravillosa de mi jardín, tu exquisito perfume me despierta contenta en las mañanas; tu brillante color blanco me recuerda que, pase lo que pase, siempre conserve mi pureza y la belleza de tus pimpollos… tus pimpollos me hacen sentir más hermosa dándole más alegría a mi vida; todas las tardes que me escuchas cantar, lo hago para ti porque eres mi planta preferida, la que más amo de todo mi jardín”.
El Jazmín quedo perplejo ante esta situación, se dio cuenta que todas las plantas vecinas cumplían un propósito diferente y emocionado hasta sus fibras más íntimas, cobró fuerza y valor para enderezar su tallo, extender sus ramas y recuperar el colorido de sus hojas.
Cuando lo hubo logrado, aún colmado de amor por las palabras de su adorable niña; comenzaron a brotar de sus ramas bellísimas flores, las más hermosas y perfumadas que jamás hubieran existido y fue entonces cuando comprendió cuán importante era su Vida y que todos sus esfuerzos sí habían tenido sentido…
Silvina Carnevale