Juicios y Prejuicios

Quizá alguna vez hayas escuchado la historia de Ismael y cómo volvió a recuperar toda su fortuna, pero hay una parte que jamás fue revelada…

Todos sabemos que Ismael había trabajado muy duro para lograr ser el famoso multimillonario admirado por todos y que esa posición le llevó unos cuantos años pero a medida que su imperio se expandía, también lo hacía su soberbia sintiéndose superior frente a cualquiera, subestimando y despreciando a todas las personas, incluida su mujer a quien tanto decía amar.

El efecto que provocaron aquellas actitudes fue nefasto haciendo que perdiera todo, sí, todo!; también a ella pues él ya no parecía el hombre con quien se había casado, lo seguía amando profundamente porque de no ser así, no hubiera tolerado tanto tiempo ser ignorada y desvalorizada como lo hizo.

Ismael quedó completamente solo, su imperio se desmoronaba y no tenía un amigo que le prestara ayuda, por lo que cierto día, en un acto de humildad y desesperación; cayó de rodillas suplicando a Dios que, si realmente, existía, lo ayudara a salir de semejante decadencia.

Una mañana se despertó sobresaltado escuchando golpes en la puerta de su casa, estaba tan entusiasmado que abrió directamente sin preguntar siquiera, para encontrar del otro lado, a una joven pordiosera que mendigaba un plato de comida.

Ismael se enfureció con Dios, la echó a los gritos y dio un portazo pero la joven siguió insistiendo durante varias horas, hasta que ya harto de escuchar ese sonido, permitió que pasara y le sirvió una tasa de café con un trozo de pan.

Mientras la joven degustaba su manjar lo miraba de reojo e inició una extraña conversación, preguntando:

– Qué ves en mí?

– Desesperación

– Quién crees que soy?

– Una pordiosera mendigando a todo ser que se cruza en su camino

– Qué quieres de mí?

– Nada, qué podrías darme tú? Mírate nada más, das asco y eres insoportable, golpeaste a mi puerta como si fueras importante y yo tuve que dejar de hacer mis cosas para atenderte.

– Yo puedo darte todo lo que necesitas

– No seas imbécil, si fuera cierto no estarías en esas condiciones

– Cuáles condiciones?

– Extrema decadencia

– Recuerdas todo lo que dijiste sobre mí?

– Perfectamente, podría repetirlo desde que golpeaste la primera vez; pero qué significa todo esto?

En silencio, la joven se levantó de su silla, lo tomó del brazo y lo llevó frente a un espejo limitándose a decir:

“Todo eso que dijiste, eres tú; mírate”

Ismael no pudo mirarse siquiera pues él mismo no se reconocía en la imagen que el espejo le devolvía y cayó desplomado en un sillón.

La joven le pidió que cerrara sus ojos unos instantes y se quitó la andrajosa túnica que cubría su vestido bordado en oro, lo miró con extrema compasión y parándose frente a él, preguntó:

– Ahora qué ves en mí?

– Plenitud – respondió atónito ante la maravillosa imagen que tenía delante

– Quién crees que soy?

– Una princesa

– Qué quieres de mí?

– Cualquier cosa que pudieras darme me ayudaría, pero no lo merezco, fue muy cruel y despiadado contigo; tú tienes todo y eres humilde, amable, compasiva… y como si fuera poco, aún continúas aquí conmigo.

– Cuáles son mis condiciones ahora?

– Extrema abundancia

– Recuerdas todo lo que dijiste sobre mí?

– Perfectamente, tanto que estoy avergonzado y arrepentido.

La joven solicitó que se parara de aquel sillón, lo puso nuevamente frente al espejo y repitió:

– Todo eso, eres tú; mírate… pero esta vez mírate a los ojos; busca la chispa de tu esencia y reconócete en ella; sólo tú puedes ayudarte y salvarte pues tienes todo lo que necesitas, yo sólo he venido a mostrarte lo que no podías ver por ti mismo pues eso es la vida; nuestro exterior es un reflejo exacto pero manifestado de lo que sucede en nuestro interior, por lo tanto cuando algo te disguste ya sabes quién tiene que cambiar y buscando tus propios recursos internos, siempre hallarás la solución a cualquier problema que creas tener.

– Perdón!

– Sólo tienes que perdonarte a ti mismo…

– He comprendido; Gracias! Eres una joven con gran sabiduría

– Yo, soy tu espejo… todos lo somos, unos de otros…

Y habiendo dicho esto, la joven se retiró de la casa permitiéndole a Ismael re-encontrarse consigo mismo, tomar consciencia de todo el daño que se había ocasionado y los efectos que eso produjo en su entorno para poder así, recuperar aquella parte de su Ser que había olvidado tiempo atrás y comenzar a transformarse en quien era en realidad; un hombre abundante, sabio y completo.

Silvina Carnevale
ismael