Los Dos Rosales

Sabes… Cuando era niña, en un bonito jardín vecino, había dos pequeños rosales que pasaban los días disfrutando de su mutua compañía; se ayudaban en su desarrollo repartiéndose los nutrientes y se alentaban constantemente en su crecimiento imaginando cómo serían sus flores. Eran muy unidos y divertidos, les fascinaba inventar juegos de colores con las mariposas, cantar al compás de los grillos, hacer adivinanzas perfumadas con las abejitas, carreras con los pájaros y muchos juegos más con todos sus amigos que solían visitarlos a menudo por la desbordante alegría que contagiaban a todo su alrededor

Pero a medida que se iban extendiendo, sus ramas empezaron a rozarse y las espinitas que cada uno tenía, lastimaban al otro sin intención de provocar daño… pero los pinchazos dolían mucho; por lo que las risas se transformaron en enojos y gritos; los juegos en peleas y hasta había días en los que sentían como si fuera una tortura estar al lado del otro

Todo el jardín comenzó a entristecerse, incluso ellos mismos, pues estas emociones modificaban su savia haciéndola cada vez más espesa y amarga provocando que sus hojitas se secaran y sus pimpollos, que apenas habían comenzado a asomar, no tuvieran la suficiente fuerza para poder abrirse

Sus amigos dejaron de ir a visitarlos porque era muy triste escuchar cómo aquellos rosales que se amaban tanto, se hubieran transformado prácticamente en enemigos maltratándose con tanta crueldad

Un atardecer fueron visitados por una hermosa luciérnaga que, atenta a las circunstancias, se detuvo entre los dos y dijo:“qué pasó en este jardín? es una pena que lo hayan transformado en un campo de batalla; antes era hermoso estar aquí porque ustedes hacían de la vida una fiesta cotidiana; recuerdan cómo nos reíamos todos juntos? Y cómo jugábamos? Se han dado cuenta que ya nadie quiere venir a visitarlos…?- A lo que uno de los rosales respondió: –“Es que ahora que somos más grandes, dejaron de querernos”- -“Estás seguro?”preguntó la luciérnaga – Parece que son ustedes quienes dejaron de quererse y curiosamente estarán juntos el resto de su vida, piensan seguir de este modo? con tanta agresividad, sus flores serán opacas, amargas y sin perfume, sus tallos se debilitarán más transformándolos en frágiles y viejos rosales resentidos y jamás volverán a tener amigos que los amen si primero no se aman ustedes mismos pues lo exterior es sólo un reflejo de lo que sucede en su interior…”-

La luciérnaga se marchó decepcionada y los dos rosales quedaron en completo silencio. A la mañana siguiente, con el primer rayo de sol que los iluminó, uno de ellos dijo al otro: – “Es verdad lo que dijo la luciérnaga, para serte sincero no me hace feliz que estemos así y cada día me siento peor, extraño mucho aquella época en que la pasábamos tan bien, recuerdas?” A lo que el otro añadió: “Sí, a mí también me pasa eso, de hecho me desperté pensando lo mismo”. Se miraron con mucha ternura y comenzaron a expresar: -“Perdóname, yo no quise…”– estallando en una sonora carcajada pues iban a decir lo mismo, como antes, cuando eran más pequeños. En ese instante comprendieron que ninguno quería dañar al otro sino que a veces, el proceso de crecer modifica ciertas características pero que cada uno tiene la capacidad de controlarlas con un pequeño esfuerzo cuya recompensa es nada más ni nada menos, que vivir en amor, alegría y armonía

Ambos se disculparon mutuamente y se comprometieron a respetarse y cuidarse pues la vida es mucho más fácil si en esos días grises se cuenta con un apoyo y también es mucho más divertida cuando se comparte con aquellos a quienes se ama. A los pocos días todo resultó ser mucho mejor que antes; no sólo porque habían aprendido sino porque al jardín habían regresado todos sus amigos y se habían incorporado muchos más que fueron bienvenidos; la vida había vuelto a ser una fiesta cotidiana, las risas se escuchaban por doquier, abundaban los juegos y nuestros rosales crecían con firmeza y alegría despuntando las más maravillosas, perfumadas, suaves y brillantes flores que jamás hubieran imaginado. Se miraron y simplemente dijeron al unísono: -“Gracias, Te Amo”-

Silvina Carnevale

los dos rosales